Un análisis de Sentencias III, XIII de Isidoro de Sevilla (página 152);
1. La razón por qué se prohíbe a los cristianos leer las ficciones de los poetas es porque, mediante el placer de las infantes fábulas, despiertan el alma a los incentivos libidinosos. Porque no se inmola a los demonios solo quemando incienso, sino también recibiendo sus dichos con gran voluntad o complacencia.
2. Por la exageración y ornato del discurso algunos recrean más al recitar los dichos de los Gentiles, que no las Santas Escrituras a causa del estilo sencillo. Mas qué utilidad hay en aprovechar mucho en las doctrinas mundanas y quedarse vacío en las divinas?, <;entusiasmarse con ficciones caducas y hastiarse de los misterios celestes? Hay pues que precaverse contra tales libros y evitarlos por amor de las Santas Escrituras.
3. Los libros de los Gentiles brillan exteriormente por la elocuencia de las palabras, mientras que interiormente están vacfo de la sabiduría virtuosa; al contrario la elocuencia sagrada presentase desaliñada en las palabras, pero interiormente destella en la sabiduría de los misterios. Por lo cual dice también el Apóstol (2 Cor. 4, 7): Mas este tesoro lo llevamos en vasos de barro.
4. Porque la palabra de Dios tiene un escondido brillo de sabiduría y de verdad depositado en los humildes vasos de las palabras.
5. Los libros santos estan escritos en estilo sencillo para que los hombres sean guiados a la fe mediante aquellos con los efectos sensibles del espíritu y de la virtud de Dios (I. Cor., 2, 4). Porque de haberse publicado con la sagacidad de un ingenio dialéctico, o con la elocuencia de la Retórica, en manera alguna se atribuiría la fe de Cristo a la virtud de Dios, sino que diríase que está en pie por los argumentos de la elocuencia humana, y no creeríamos que alguien fuese provocado a la fe por divina inspiración, sino antes bien seducido por la astucia de las palabras.
6. Toda la ciencia humana que resuena con palabras espumosas y que se alza con la hinchazón de la elocuencia, quedó debilitada por la sencilla y humilde doctrina de Cristo, según dice San Pablo (1 Cor., 1, 20): ¿No es verdad que Dios ha convencido de fatua la sabiduría de este mundo?
7. Las Santas Escrituras gustan menos a los hastiados y locuaces por causa del lenguaje sencillo, porque comparadas con la elocuencia gentil parecerles cosa indigna. Pero si con espíritu humilde piden atención a sus misterios, al momento advierten cuán altas son las cosas que en las Escrituras desestiman.
8. En la lectura debe amarse no las palabras, sino la verdad. Mas no pocas veces la verdad se encuentra en la sencillez y la falsedad en los adornos. Esta halaga al hombre para sus errores, y por el ornato del lenguaje siembra placenteros lazos.
9. El deseo de la ciencia mundana no se ocupa en otra cosa que en levantar con alabanzas al hombre. Y cuando sean mayores los adomos de la literatura, tanto mas se esponja el tumor del ánimo inflado por la arrogancia. Bien dice el Salmo (70, 15, 16), mirando a esto: Como yo no entiendo de literatura o sabiduría mundana, me internare en la consideración de las obras del Señor.
10. No debe anteponerse el barniz del arte gramatical a los escritos mas sencillos, porque mas valen los tratados comunes por ser mas sencillos y que tratan de la humildad propia de los lectores, que los otros mas inicuos que inducen las mentes humanas a pemiciosa soberbia.
11. Con todo, mejores son los gramáticos que los herejes, porque estos propinan copas de mortífero jugo persuadiendo, y la enseñanza de los gramáticos hasta puede ser provechosa para la vida, con tal que se emplee para los usos mejores.
—San Isidoro de Sevilla, Sentencias III, Capítulo XIII, pagína 152.
1) Tesis en contraste (definición mínima)
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Perspicuidad (perspicuitas) en clave reformada: la Escritura, aunque posee pasajes difíciles, fue dada en un estilo suficiente y accesible para que el pueblo de Dios entienda lo necesario para salvación y obediencia, mediante los medios ordinarios (lectura, predicación, oración) y la iluminación del Espíritu. El magisterio eclesial sirve a la Palabra, no la monopoliza.
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Monopolio magisterial infalible: la comprensión auténtica de la Escritura depende constitutivamente de una instancia única e infalible; en la práctica, la claridad para el fiel queda mediada por ese órgano.
2) Estructura y tesis del capítulo
El capítulo XIII confronta la retórica pagana y la sencillez escrituraria, y lo hace desde tres movimientos:
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Crítica de la elocuencia gentil (1–4, 6, 8–10): lo vistoso seduce sin edificar; la verdad suele morar en la sencillez; la Palabra de Dios es “tesoro en vasos de barro” (2 Co 4:7).
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Teología de la forma (5): la sobriedad estilística de la Biblia no es un defecto, sino un designio: “para que… la fe… no estuviese fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios” (1 Co 2:4–5).
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Uso subordinado de las artes (11): la gramática puede ser útil si está ordenada al bien; es “mejor que la herejía”, pero no confiere verdad por su brillo.
3) Lectura analítica punto por punto (con implicaciones hermenéuticas)
(1–3, 7–10) Sencillez vs. ornato.
Isidoro opone “ornato” y “placer” al contenido verdadero. La Escritura “gustará menos” al soberbio por su lenguaje sencillo, pero “si con espíritu humilde” se le presta atención, se advierte “cuán altas son las cosas” (7). Aquí hay, a la vez:
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Afirmación de accesibilidad formal: la Biblia evita el preciosismo para ser recibida por el pueblo;
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Condición espiritual: la humildad abre la inteligencia para captar la “altura” del contenido.
Nada de esto requiere ni sugiere un árbitro infalible único; la clave no es quién interpreta por todos, sino cómo el lector es dispuesto ante el texto.
(4–5) Teología de la forma inspirada.
La “sabiduría y verdad” están depositadas en “humildes vasos de palabras”. La forma sencilla sirve a la economía de la fe: que el asentimiento recaiga en Dios y su poder, no en la técnica persuasiva. Esto presupone perspicuidad funcional: la forma elegida por Dios favorece la recepción del mensaje por lectores comunes, no la restringe a un colegio infalible.
(6) Desarme de la sabiduría mundana.
“¿No ha enloquecido Dios la sabiduría del mundo?” (1 Co 1:20). La suficiencia de la Palabra no depende del prestigio retórico ni del aval de una élite; su autoridad y eficacia descansan en Dios que la acompaña por su Espíritu.
(8) Regla de lectura: amar la verdad, no las palabras.
Criterio hermenéutico ético-espiritual: la verdad suele hallarse en lo sencillo; el ornato puede encubrir el error. La evaluación moral del lector (amor a la verdad) es más determinante que la pertenencia a una instancia interpretativa. Esto encaja con la perspicuidad: el problema no es la oscuridad intrínseca de lo necesario, sino la disposición del lector.
(11) Artes subordinadas.
Isidoro no demoniza la gramática/retórica: pueden ser instrumentos útiles si se emplean “para usos mejores”. Reconoce doctores y artes como ministerios subalternos al contenido bíblico. Este es exactamente el lugar reformado del magisterio: ministerial, no constitutivo e infalible.
4) Objeciones previstas
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“La ‘altura’ de los misterios niega la perspicuidad y reclama un intérprete infalible.”
La perspicuidad distingue entre misterios profundos y necesario para salvación. Isidoro dice que la altura se percibe con humildad (7), no que requiera un monopolio. La iluminación del Espíritu permite a los fieles captar lo esencial (cf. Sal 119:130: “La exposición de tus palabras alumbra”). -
“Isidoro privilegia la ‘catolicidad’, luego el monopolio infalible.”
El capítulo no formula un órgano exclusivo; su estrategia anti-error es formativa (sencillez, humildad, amor a la verdad) y eclesial (uso correcto de maestros y artes). Eso es compatible con autoridad docente, pero no exige inerrancia institucional monopólica.
5) Juicio histórico-teológico (objetivo)
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Afirma explícitamente:
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La intencional sencillez de la Escritura para guiar a la fe (5);
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La suficiencia de la Palabra frente a la elocuencia mundana (6);
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La accesibilidad condicionada por la humildad del lector (7–8);
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La subordinación de las artes y de los docentes (11).
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No afirma ni sugiere:
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Que la comprensión de lo necesario dependa constitutivamente de una única instancia infalible;
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Que la sencillez escrituraria requiera una mediación monopolística para ser eficaz o clara.
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Veredicto
Considerado en su literalidad, su teología de la forma y su ética del lector, Sentencias III, XIII se alinea más con la perspicuidad reformada (claridad suficiente de lo necesario, recepción por la humildad e iluminación del Espíritu, magisterio ministerial) que con la jerarquía magisterial de única interpretación infalible. La sencillez inspirada de la Escritura —“tesoro en vasos de barro”— no es carencia que deba suplirse con un oráculo infalible, sino sabiduría divina que hace a la Palabra comprensible y eficaz para el pueblo de Dios.
