Posmilenialismo en San Isidoro de Sevilla

El posmilenialismo es una corriente escatológica que sostiene que Cristo regresará después de un “milenio” o edad dorada de la Iglesia en la tierra. En esta perspectiva, el “reinado de Cristo” durante ese milenio es de carácter espiritual e integral en la vida humana: se realiza a través de la expansión gradual del Reino cristiano tanto en la esfera personal, como en la Iglesia y la sociedad. El posmilenialismo postula un panorama optimista de la historia: la Humanidad progresa en virtud de la acción redentora de Cristo en la Iglesia, antes de Su Segunda Venida. En cambio, la doctrina católica-romana-contemporánea (siguiendo a santo Tomás y Ratzinger) rechaza cualquier milenarismo político-terrenal como una “falsificación del Reino futuro”.

Contexto de San Isidoro y su «Crónica»

San Isidoro (c.560–636) fue un obispo y erudito hispanogodo cuyos escritos combinan erudición clásica y fe cristiana. En sus obras históricas –una Crónica Universal y una Historia de los godos, suevos y vándalos– Isidoro pretendió inscribir la historia de Hispania cristiana dentro de la historia universal. Como señala Martín Iglesias, estas obras fueron seguramente escritas por encargo del rey visigodo Sisebuto (612–621) “para exaltar el reino hispanogodo de Hispania y situar la historia de éste dentro de la historia universal”. En su Crónica (hasta la época de Suintila), Isidoro mezcla hechos bíblicos, judíos y grecorromanos, pero siempre desde un “ángulo de vida cristiano”.

Iglesia como culminación moral

Una característica central del discurso isidoriano es la visión optimista de la historia en la que la Iglesia ocupa el lugar culminante. Como observa Domínguez del Val, en la Crónica Isidoro tiende a “conciliar en esta obra la historia pagana y religiosa” de modo que prevalece el punto de vista cristiano, “hasta el punto de considerar la Iglesia como cúspide y término de esa evolución y marcha de los pueblos hacia su unidad tanto moral como social”. En otras palabras, Isidoro ve la Iglesia cristiana unificada como el fin último del proceso histórico de integración de la sociedad. Esta idea encaja en un espíritu posmilenialista: la esperanza de un advenimiento de plenitud cristiana antes del Juicio Final. El posmilenialismo clásico anticipa un “reinando de Cristo” espiritual en la Iglesia antes de la Parusía y Isidoro refleja esa confianza histórica: la Iglesia es la “cúspide” y “término” moral de la evolución de los pueblos.

Aunque Isidoro no habla de mil años literales, esta visión optimista recuerda la doctrina posmilenial: la Iglesia lleva la unidad moral y social a un punto culminante antes de la venida final. De este modo, la fe en el progreso providencial de la sociedad cristiana es un elemento distintivo en su enfoque historiográfico.

El papel del pueblo Hispano

Isidoro no solo sitúa a la Iglesia en la cima histórica; también integra al pueblo visigodo dentro del plan salvífico universal. En la Crónica y en la Historia de los godos, los visigodos aparecen ya no como meros bárbaros sino como conversos a la fe cristiana. Martín Iglesias resume: “Los godos y los hispanorromanos, ambos integrantes de un solo pueblo resultado de su fusión, ganaron su independencia del Imperio bizantino y se convirtieron así en mayordomos absolutos de la Península”. En esta narrativa, el reino hispanogodo es visto como la continuación del anace de la fe cristiana en el Occidente.

En efecto, la ideología isidoriana exalta el reino visigodo de Hispania en contraposición a Bizancio. Isidoro describe a reyes como Sisebuto en términos heroicos (igualando su grandeza a la de Leovigildo o Recaredo) y destaca la conversión de los godos a la fe verdadera, como la base de la nueva “nación hispanogoda”. Así, el pueblo godo no es solo un pueblo vecino, sino una “pieza de la economía universal de la salvación.” Al fusionarse con los hispanorromanos, los godos completan la “plenitud” del mundo evangelizado y permiten un avance providencial en la reducción del pecado gracias a Cristo. En resumen, Isidoro anticipa un destino glorioso para la Hispania cristiana que alinea la historia peninsular con el plan divino. La Iglesia es la meta moral de la historia, visión optimista impensable sin la fe en la acción redentora de Cristo. El reino visigodo se eleva a actor central en ese momento de esa historia salvífica: un solo pueblo cristiano hispano-godo.

Contra los judíos

En su obra Contra los judíos, San Isidoro de Sevilla aborda la cuestión de la conversión forzada emprendida por el rey Sisebuto en el reino visigodo. Lejos de aplaudir las disposiciones políticas que coaccionan la fe, Isidoro rechaza de pleno el uso de la fuerza, defendiendo en cambio el poder de la apologética y los “fazonamientos escriturísticos” como medio idóneo para atraer al judaísmo a la fe cristiana.

Hacia el siglo VII, Sisebuto promulgó edictos que imponían a los judíos la aceptación del cristianismo bajo pena de confiscar bienes o destierro. En la segunda redacción de su Historia gótica, Isidoro observa:

“En los comienzos de su reinado, al forzar a los judíos a aceptar la fe cristiana, tuvo ciertamente celo santo, pero no según dictado del recto juicio; pues obligó con el ejercicio de su poder real a quienes habría que haber atraído en definitiva con los argumentos racionales de nuestra fe.”

Con ello, el obispo de Sevilla destaca dos ideas clave: primero, el celo del monarca parte de una intención piadosa; segundo, el método es contrario al “recto juicio” que exige la persuasión intelectual y el testimonio veraz. Con ello, vemos que;

  1. Isidoro sostiene que la conversión genuina brota del convencimiento interior, no del temor al castigo. Sólo el corazón convencido por la Escritura y la razón puede experimentar la gracia transformadora de Cristo.
  2. Al aludir a los “fazonamientos escriturísticos”, confía en la autoridad de la Escritura y el poder del Espíritu de gracia divino para dialogar con los judíos en sus propios términos, subrayando la continuidad de la revelación y la obra redentora de Jesús conforme a las promesas veterotestamentarias.
  3. Lejos de un triunfalismo coercitivo, Isidoro muestra un celo pastoral que vela por la integridad espiritual de todos, rechaza el agravio y promueve el respeto mutuo como condición para un encuentro sincero con el Evangelio.

Por lo tanto, la defensa isidoriana rechaza el uso de la fuerza en favor de la argumentación escritural y racional. San Isidoro invita a ver en la conversión un acto de amor libre que brota del conocimiento y la persuasión, configurando así un modelo de acción pastoral que honra tanto la verdad de la fe cristiana como la dignidad de la conciencia humana.

Comparación con el posmilenialismo moderno

Los rasgos antes descritos acercan la visión de Isidoro al posmilenialismo posterior: ambos comparten la idea de un auge espiritual cristiano antes del fin de la historia. A modo de resumen:

  • Segundo Advenimiento: El posmilenialismo sostiene que Cristo vendrá después de una “era milenial” de paz cristiana. Isidoro no especula en fechas, pero considera que “solo Dios sabe” cuánto resta de la Sexta Edad, dando a entender que la plenitud se traslada al porvenir indeterminado (en consonancia con la prudencia augustiniana).
  • Reinado espiritual e integral: Para el posmilenialismo, el reino de Cristo durante el milenio es espiritual y se realiza a través de la vida cristiana. De modo similar, Isidoro enfatiza el poder de la Iglesia y sus santos (en el buen sentido) en la historia y la unidad religiosa en la península de entonces, tal como se refleja en su crónica (por ejemplo, destacando la victoria de Recaredo sobre el arrianismo).
  • Optimismo histórico: Ambos comparten un tono esperanzado. Isidoro afirma que los avances (nuevos reinos cristianos, literatura, liturgia hispana) preludian el plan divino, reflejando la idea de que “toda la Creación” es liberada de la corrupción (Romanos 8:21, citado por Isidoro en otros pasajes).
  • Rol de la Iglesia: El Concordato y los Concilios visigodos apoyan la idea de un fortalecimiento eclesial. Mientras el catolicismo posterior condena el milenarismo secular como “intrínsecamente perverso”, Isidoro, sin abandonar la ortodoxia (no profetiza un milenio literal), asume un lenguaje marcadamente milenarista: ve su propia época como la “plena realización” de un orden cristiano que avanza por la obra redentora de Cristo.

En suma, aunque Isidoro nunca articula un milenio cronológico literal, su escatología e historia ofrecen un posmilenialismo incipiente: la Iglesia avanza hacia la unidad total de la cristiandad, y los godos hispanos (Como posteriormente en América Hispana) juegan un papel positivo en ese proceso. Sus ideas “poseen una intuición” posmilenial al integrar al pueblo godo en la economía salvadora global.

En conclusión, la obra de San Isidoro refleja un optimismo histórico que recuerda al posmilenialismo: concibe la historia como una marcha hacia una cristiandad unificada en la Iglesia, con Hispania visigoda integrada en el plan redentor como ahora debemos ver nuestra América. Es decir, la Crónica pone la “primera piedra” de una visión peculiar de la historia peninsular. No obstante, esta visión se inscribe en un marco teológico tradicional y connota la providencia divina más que una ingeniería humana. En todo caso, puede hablarse de un posmilenialismo latente en San Isidoro: aunque se expresa en términos medievales, trasluce la fe de que la Iglesia alcanzará la plenitud moral en la historia antes del regreso de Cristo. Esta convicción escatológica, con elementos del cristianismo primitivo hispano, enriquece su obra y le otorga un matiz de esperanza mesiánica único en la historiografía de su época.