Día del Señor 16:
Catecismo Hispano 2025 – Para el Reino de Cristo
La enseñanza de este Día del Señor es profundamente consoladora y vital para nuestra vida familiar, especialmente en medio de un mundo donde la muerte, el sufrimiento y el abandono parecen dominar. Pero el Evangelio nos ofrece una roca firme: Cristo venció por nosotros.
Primero, se nos recuerda que aunque el creyente aún debe pasar por la muerte, ya no es castigo, sino puerta. No es más la espada de juicio, sino el umbral de la gloria. Así podemos enseñar a nuestros hijos a no temer la muerte, sino a vivir en esperanza, sabiendo que morir en Cristo es “ganancia” (Fil. 1:21). Nuestra crianza debe enseñar que la vida eterna comienza ya al vivir para Cristo, y se consuma al verle cara a cara.
Segundo, la muerte de Cristo no solo venció la muerte física, sino que quebró el poder del pecado en nosotros. El “viejo hombre” fue crucificado con Él. Así, la crianza cristiana no se trata solo de formar buenos modales, sino de educar a nuestros hijos a vivir crucificando los deseos carnales. Como padres pactuales, tenemos el llamado de guiar con firmeza y ternura, enseñando a mortificar el pecado desde el corazón y a ofrecer la vida entera como gratitud a Dios.
Tercero, la frase “descendió a los infiernos” no es una fórmula extraña, sino un bálsamo en la aflicción. Cristo descendió al abismo del abandono y del juicio para que nosotros nunca tengamos que estar separados de la gracia de Dios. Cuando tus hijos teman, cuando tú mismo sientas la carga de la culpa o la oscuridad del sufrimiento, recuérdate que Cristo bajó más profundo de lo que tú puedes caer, y allí mismo venció. Enseñemos a nuestros hijos que nunca estarán solos, pues Cristo ya entró en la soledad absoluta por ellos.
Padres, no teman hablar de la muerte, del pecado, del infierno… si lo hacen con el Evangelio en mano. Porque la cruz y la tumba no fueron el fin, sino el camino de la victoria del Cordero. Y esa victoria es nuestra herencia como familia pactual.
Vivamos, entonces, como quienes han muerto con Cristo, pero que ahora caminan en novedad de vida. Que nuestros hogares sean altares de gratitud, escuelas de fe, y refugios de la gracia de Dios.
“El que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá” (Juan 11:25).
¡Amén!