Día del Señor 15:
Catecismo Hispano 2025 – Para el Reino de Cristo
Cuando educamos a nuestros hijos en el temor de Dios, no estamos simplemente transmitiendo normas morales o valores culturales. Estamos formando corazones redimidos por la sangre del Cordero, modelando sus vidas según la humillación voluntaria del Hijo de Dios. Este Día del Señor 15 nos llama a contemplar con reverencia y gratitud el camino de sufrimiento que Cristo asumió por nosotros.
Cristo padeció, No fue sólo en la cruz, sino durante toda Su vida, desde el pesebre hasta el Gólgota. Nuestro Señor cargó con la ira de Dios por el pecado, no como víctima pasiva, sino como Mediador activo que soportó el juicio divino por amor a Su pueblo. Enseñemos a nuestros hijos que el sufrimiento de Cristo no fue accidental ni injusto: fue necesario, sustitutivo y redentor.
Sufrió bajo el poder de Poncio Pilato. La condena de un inocente por manos humanas nos recuerda cuán ciego puede ser el juicio de este mundo. Pero también nos muestra que Cristo se sometió a esa injusticia para librarnos del juicio final. En casa, cultivemos una conciencia que distinga entre la justicia de los hombres y la justicia de Dios, y mostremos con nuestra vida que el juicio divino solo puede ser evitado por la fe en Cristo.
Fue crucificado, muerto y sepultado. No basta con saber que Jesús murió. Debemos enseñar con claridad por qué murió así: como maldito, para librarnos de la maldición. Como sacrificado, para reconciliarnos con el Padre. Como sepultado, para asegurar que Su muerte fue real, y nuestra esperanza también lo es. La cruz nos revela la gravedad del pecado y la profundidad del amor de Dios. Hagámoslo parte de nuestras conversaciones diarias con los hijos, no como símbolo religioso vacío, sino como la victoria del Cordero sobre el pecado, la muerte y el diablo.
La humillación de Cristo no solo nos salva, sino que también nos forma. Como padres pactuales, este misterio debe moldear nuestra forma de criar: con humildad, sacrificio, y una fe centrada en el Evangelio. El hogar cristiano es un eco de la cruz, donde cada disciplina apunta al perdón, cada enseñanza a la redención, y cada momento difícil se convierte en oportunidad para mostrar el poder de Cristo en nuestra debilidad.
Que nunca olvidemos enseñar a nuestros hijos no solo que Cristo murió, sino que murió por ellos, en su lugar, para que vivan para Él. Así formamos generaciones que no viven para sí, sino para Aquel que por ellos murió y resucitó (2 Cor. 5:15).
Soli Deo Gloria.