La Septuaginta como Fundamento de la Vetus Latina y Biblia de la Iglesia Primitiva

Introducción

La historia de la transmisión del texto bíblico es una disciplina compleja, marcada por una intrincada red de traducciones, revisiones y estandarizaciones que se extienden a lo largo de milenios. Dentro de este vasto campo, la relación entre las primeras versiones latinas del Antiguo Testamento, conocidas colectivamente como la Vetus Latina, su texto fuente griego, la Septuaginta, y la tradición hebrea que eventualmente culminaría en el Texto Masorético, constituye un capítulo fundamental para comprender no solo la filología bíblica, sino también la formación del pensamiento teológico de la Iglesia cristiana primitiva. Este ensayo argumentará que la Vetus Latina, lejos de ser una traducción del texto hebreo estandarizado, es un descendiente directo de la Septuaginta. Esta filiación no es un mero accidente filológico, sino el resultado del estatus normativo que la Septuaginta ostentó como el Antiguo Testamento de la Iglesia cristiana durante sus primeros siglos. A su vez, se demostrará que la Septuaginta misma es un testigo invaluable de una tradición textual hebrea (Vorlage) que coexistió con, y a menudo difirió de, la tradición proto-masorética, una realidad textual confirmada de manera concluyente por los descubrimientos de Qumrán.

Para desarrollar esta tesis, el presente informe seguirá una hoja de ruta estructurada. Se comenzará por delinear el panorama textual del judaísmo del Segundo Templo, un entorno caracterizado por una vibrante pluralidad de tradiciones textuales que desafía la noción de un único “texto original”. Posteriormente, se analizará el rol central de la Septuaginta como la Biblia del judaísmo helenístico y, crucialmente, como la Escritura adoptada por los autores del Nuevo Testamento y los Padres de la Iglesia. A continuación, se examinará la Vetus Latina como la heredera directa de esta tradición griega en el Occidente cristiano, demostrando su filiación a través de evidencia textual y canónica. Finalmente, se abordará el punto de inflexión histórico que representó el proyecto de San Jerónimo y su Vulgata, un cambio de paradigma que reorientó a la Iglesia occidental hacia la Hebraica veritas del texto proto-masorético, y las implicaciones a largo plazo de esta decisión.

El Mosaico Textual del Judaísmo del Segundo Templo: La Vorlage de la Septuaginta

A. Del Paradigma del “Texto Único” a la “Pluralidad Textual”

Durante gran parte de la historia de la crítica bíblica, el Texto Masorético (TM), la forma estandarizada de la Biblia Hebrea preservada por los eruditos judíos medievales conocidos como masoretas, fue considerado el heredero casi prístino de un “texto original” único y autoritativo. Desde esta perspectiva, las variantes presentes en traducciones antiguas como la Septuaginta (LXX) eran a menudo desestimadas como errores de traducción, corrupciones introducidas por los copistas, o incluso como libertades interpretativas de los traductores alejandrinos. La utilidad de la LXX, por tanto, se veía a menudo reducida a una herramienta secundaria para corregir pasajes oscuros o dañados en el TM.

Este paradigma fue irrevocablemente transformado a partir de 1947 con el descubrimiento de los Manuscritos del Mar Muerto en las cuevas de Qumrán. Esta colección de casi mil manuscritos, datados entre el 250 a.C. y el 66 d.C., proporcionó a los eruditos una ventana sin precedentes al estado del texto bíblico durante el período del Segundo Templo. Lo que revelaron no fue un texto uniforme que coincidiera perfectamente con el TM medieval, sino una sorprendente pluralidad textual.3 Los manuscritos de Qumrán demostraron de manera concluyente que, en la época en que se realizó la LXX y en los días de Jesús y los apóstoles, coexistían diversas tradiciones textuales de las escrituras hebreas.

B. Las Familias Textuales de Qumrán

El análisis del corpus de Qumrán ha permitido a los académicos identificar varias familias o corrientes textuales que circulaban simultáneamente, a menudo dentro de la misma comunidad. Estas incluyen:

  1. Textos proto-masoréticos: Un número significativo de manuscritos de Qumrán exhibe un texto muy cercano al que siglos más tarde sería vocalizado y anotado por los masoretas. De hecho, esta resultó ser la familia textual más común encontrada en el sitio. Estos hallazgos confirmaron la gran antigüedad de la tradición masorética, demostrando que no fue una invención medieval, sino la continuación de una corriente textual que ya existía en el período del Segundo Templo.
  2. Textos proto-septuagintales: Quizás el descubrimiento más revolucionario fue el de manuscritos hebreos cuya lectura coincidía con la de la Septuaginta, especialmente en aquellos pasajes donde la LXX difiere notablemente del Texto Masorético. Libros como Samuel y Jeremías son ejemplos paradigmáticos. Esto probó de manera irrefutable que las variantes de la LXX no eran, en muchos casos, invenciones de los traductores griegos, sino traducciones fieles de una Vorlage (texto fuente) hebrea real, antigua y alternativa a la tradición proto-masorética.
  3. Textos alineados con el Pentateuco Samaritano: Algunos manuscritos mostraron afinidades con el texto del Pentateuco preservado por la comunidad samaritana, otra antigua tradición textual.
  4. Textos “no alineados”: Finalmente, un grupo de textos no encaja claramente en ninguna de las categorías anteriores, mostrando una mezcla de lecturas o características únicas, lo que subraya aún más el dinámico pluralismo textual de la época.

C. Redefinición del “Proto-Masorético”

A la luz de estos descubrimientos, es crucial entender que el término “proto-masorético” es una designación académica moderna para los precursores textuales del TM medieval. No representa “el” texto original en exclusión de otros, sino una corriente textual específica que, por razones históricas complejas—probablemente ligadas a la necesidad de consolidación y estandarización en el judaísmo tras la destrucción del Segundo Templo en el 70 d.C.—, fue seleccionada, preservada y finalmente canonizada como la forma autoritativa por el judaísmo rabínico.

La existencia de una Vorlage hebrea para la Septuaginta, validada por los manuscritos de Qumrán, recalibra fundamentalmente el valor crítico de la traducción griega. La LXX ya no puede ser vista como un testigo secundario o derivado, sino como un testigo primario e independiente de una tradición textual hebrea de igual antigüedad y autoridad histórica que la proto-masorética. Este hecho tiene implicaciones profundas para entender la Biblia utilizada por la Iglesia primitiva. La confianza que los primeros cristianos depositaron en la Septuaginta no estaba, desde una perspectiva histórica, fuera de lugar. Aunque ellos no poseían las herramientas de la crítica textual moderna, su elección se basaba en una tradición textual genuina y extendida dentro del judaísmo del Segundo Templo. Los hallazgos de Qumrán, por lo tanto, validaron retrospectivamente la base textual sobre la cual se construyó la teología del Nuevo Testamento y de la Iglesia patrística.

La Septuaginta (LXX): La Escritura Helenizada y su Adopción Cristiana

A. Origen y Propósito

La Septuaginta nació de una necesidad cultural y religiosa en el corazón del mundo helenístico. Su génesis se sitúa en la Alejandría del siglo III a.C., durante el reinado de Ptolomeo II Filadelfo (285-246 a.C.). En esta metrópoli cosmopolita, una gran y próspera comunidad judía vivía inmersa en la cultura y la lengua griega. Para las generaciones más jóvenes, que ya no dominaban el hebreo, las escrituras de sus antepasados se estaban volviendo inaccesibles. La traducción de la Torá (el Pentateuco), y posteriormente del resto de las escrituras hebreas, al griego koiné, la lengua franca del Mediterráneo oriental, fue una respuesta directa a esta necesidad pastoral y educativa. Este proyecto no fue solo una empresa religiosa; fue un evento cultural monumental, la primera traducción a gran escala de un corpus literario semítico a una lengua indoeuropea, abriendo la sabiduría de Israel al mundo occidental.

B. La LXX como Acto Interpretativo

Una traducción nunca es un mero ejercicio de sustitución de palabras. Cada elección terminológica implica una interpretación. Los traductores de la LXX, al verter conceptos hebreos en un marco conceptual griego, tomaron decisiones que tendrían consecuencias teológicas duraderas. La palabra hebrea Torá, que abarca la idea de “enseñanza” o “instrucción”, fue traducida como νόμος (nomos), “ley”, un término con connotaciones más jurídicas en el pensamiento griego. La “asamblea” de Israel, קהל (qahal), se convirtió en ἐκκλησία (ekklesia), la palabra que el Nuevo Testamento adoptaría para designar a la Iglesia. De manera crucial, el término hebreo para “ungido”, מָשִׁיחַ (Mashiaj), fue traducido como Χριστός (Christos), pre-configurando directamente el título central de Jesús en la fe cristiana. Así, la LXX no solo hizo las escrituras accesibles, sino que también creó el vocabulario teológico que el cristianismo primitivo heredaría y desarrollaría.

C. La Biblia de la Iglesia Primitiva

La evidencia es abrumadora e inequívoca: la Septuaginta fue, de facto, el Antiguo Testamento de la Iglesia primitiva. Cuando los autores del Nuevo Testamento citan las escrituras hebreas, lo hacen predominantemente a partir de la versión de la LXX. Esta preferencia es especialmente notoria en los casos en que las lecturas de la LXX difieren del Texto Masorético y, al mismo tiempo, apoyan de manera más explícita la argumentación cristológica de los apóstoles. Los Padres de la Iglesia de los primeros siglos continuaron esta tradición. Figuras como Ireneo, Clemente de Alejandría, Tertuliano y Orígenes no solo la utilizaron extensamente, sino que la defendieron explícitamente como la versión autoritativa de las Escrituras, llegando incluso a considerarla divinamente inspirada en su proceso de traducción.

La dependencia teológica de los autores del Nuevo Testamento en las lecturas específicas de la LXX se puede ilustrar de manera contundente mediante un análisis comparativo de citas clave, como se muestra en la siguiente tabla.

Tabla 1: Análisis Comparativo de Citas Clave del AT en el NT (LXX vs. TM)

Pasaje del AT Texto Masorético (Traducción al español) Texto de la Septuaginta (Traducción al español) Cita en el Nuevo Testamento Implicación Teológica Cristiana
Isaías 7:14 “He aquí, la doncella (הָעַלְמָ֗ה, ha’almah) concebirá…” “He aquí, la virgen (ἡ παρθένος, hē parthenos) concebirá…” Mateo 1:23: “He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo…” La traducción de la LXX proporciona el fundamento textual explícito para la doctrina del nacimiento virginal de Jesús, una piedra angular de la Cristología que no se deriva con la misma fuerza del término hebreo ‘almah, que puede significar “mujer joven” o “doncella” sin implicar necesariamente virginidad.
Salmo 40:6 (40:7 TM) “Has abierto mis oídos (אָזְנַיִם כָּרִיתָ לִּי, ‘oznayim karita li)” “…pero me preparaste un cuerpo (σῶμα δὲ κατηρτίσω μοι, sōma de katērtisō moi)” Hebreos 10:5: “…Sacrificio y ofrenda no quisiste; mas me preparaste cuerpo.” La lectura de la LXX apoya directamente una teología de la Encarnación. El autor de Hebreos la utiliza para argumentar que el cuerpo físico de Cristo fue preparado por Dios para ser el sacrificio perfecto y definitivo, reemplazando los ineficaces sacrificios de animales del Templo.
Amós 9:11-12 “…para que posean el remanente de Edom (אֱדוֹם, ‘Edom)…” “…para que el resto de los hombres (τῶν ἀνθρώπων, tōn anthrōpōn) me busque…” Hechos 15:17: “…Para que el resto de los hombres busque al Señor…” En el Concilio de Jerusalén, Santiago cita esta versión de la LXX para justificar la misión a los gentiles y su inclusión en la Iglesia sin la obligación de la circuncisión. La lectura universalista (“el resto de los hombres”) es crucial para este argumento, en contraste con la lectura más particularista (“Edom”) del TM.
Salmo 16:10 (16:10 TM) “…no dejarás mi alma en el Seol, ni permitirás que tu santo vea la fosa (שָׁחַת, shajat).” “…no abandonarás mi alma en el Hades, ni permitirás que tu santo vea la corrupción (διαφθοράν, diaphthoran).” Hechos 2:27: “…no dejarás mi alma en el Hades, ni permitirás que tu Santo vea corrupción.” Pedro, en su sermón de Pentecostés, utiliza la palabra “corrupción” de la LXX para argumentar que este salmo es una profecía explícita de la resurrección corporal de Cristo. El texto del TM, “fosa”, no conlleva la misma implicación de incorruptibilidad física.

La Vetus Latina: La Voz de la Septuaginta en el Occidente Cristiano

A. Necesidad y Origen

A medida que el cristianismo se expandía hacia el oeste del Imperio Romano durante los siglos II y III d.C., penetrando en regiones como el Norte de África, la península itálica, la Galia e Hispania, se encontró con una realidad lingüística diferente. En estas provincias, el latín, no el griego koiné, era la lengua vernácula y administrativa predominante. Para que el mensaje bíblico fuera accesible a la gente común en la liturgia, la catequesis y la devoción personal, surgió una necesidad imperiosa de traducir las Escrituras a la lengua latina. Este proceso no fue un proyecto centralizado y único, sino un movimiento orgánico que dio lugar a una multiplicidad de traducciones latinas, hoy conocidas bajo el nombre colectivo de Vetus Latina o “Antigua Latina”.

B. Filiación Textual Directa de la LXX

La cuestión fundamental sobre la Vetus Latina es su texto fuente para el Antiguo Testamento. La evidencia filológica y textual es concluyente: las traducciones de la Vetus Latina no se hicieron a partir del hebreo, sino directamente de la Septuaginta griega. Esta dependencia se manifiesta de varias maneras irrefutables:

  1. Traducción de Lecturas Exclusivas de la LXX: La Vetus Latina reproduce de manera consistente las variantes textuales—adiciones, omisiones y lecturas alternativas—que son características de la Septuaginta en contraste con el Texto Masorético. Cuando la LXX presenta una lectura que difiere del TM, la Vetus Latina sigue fielmente a la LXX, demostrando que el traductor latino tenía un manuscrito griego delante de sus ojos.
  2. Estructura y Sintaxis: Las versiones de la Vetus Latina se caracterizan a menudo por un literalismo extremo. Los traductores intentaron replicar la estructura de la oración griega tan fielmente que el resultado es un latín a menudo torpe y lleno de helenismos, es decir, construcciones sintácticas y modismos calcados del griego. Si bien esto puede restarle elegancia literaria, convierte a la Vetus Latina en un testigo extraordinariamente valioso del texto griego subyacente que se estaba traduciendo.
  3. Canon de Libros: Siguiendo el modelo de su texto fuente, la Vetus Latina incluyó los libros deuterocanónicos (apócrifos) que formaban parte del segundo canon más amplio de la Septuaginta. Libros como Tobías, Judit, Sabiduría, Eclesiástico y los Macabeos formaron parte de la Biblia latina desde sus inicios, una herencia directa de la LXX.

C. Diversidad y Características

Es importante subrayar que “Vetus Latina” no se refiere a una única Biblia estandarizada, sino que es un nomen collectivum (nombre colectivo) que engloba una multitud de traducciones y revisiones realizadas por diferentes personas en diferentes lugares a lo largo de varios siglos. Los Padres de la Iglesia como San Cipriano de Cartago citan una versión con características propias del latín africano (la “Africana”), mientras que San Agustín de Hipona menciona una versión de mayor calidad literaria que prefería, la “Itala”. A pesar de esta diversidad estilística y regional, el hilo conductor que une a todas estas versiones es su origen común en la Septuaginta.

El valor de la Vetus Latina para la crítica textual moderna trasciende su rol como mera traducción. Debido a su gran antigüedad (las primeras versiones datan del siglo II d.C.) y a su método de traducción extremadamente literal, la Vetus Latina preserva un estado del texto de la Septuaginta que es anterior a las grandes recensiones críticas realizadas por eruditos cristianos como Orígenes en el siglo III (en su famosa Hexapla). Los manuscritos griegos de la LXX que circulaban antes de estas revisiones son escasos. Por lo tanto, la Vetus Latina, al haber sido traducida a partir de esos manuscritos griegos tempranos, actúa como una especie de “fósil” textual. Permite a los eruditos análizar con un alto grado de certeza la forma del texto griego (“Old Greek”) que circulaba en el siglo II, convirtiéndola en un testigo de primer orden, a veces más valioso que los propios manuscritos griegos posteriores, para el análisis de la forma más antigua de la Septuaginta.

Tabla 2: Trazabilidad Textual de la Vetus Latina a la Septuaginta

Pasaje Texto Masorético (Traducción) Texto Griego (LXX) Texto Latino (Vetus Latina – ejemplo) Comentario sobre la Dependencia
Génesis 4:8 “Y dijo Caín a su hermano Abel. Y aconteció que estando ellos en el campo…” (El TM tiene una laguna textual; no especifica qué dijo Caín). “…Εἶπεν δὲ Καιν πρὸς Αβελ τὸν ἀδελφὸn αὐτοῦ Διέλθωμεν εἰς τὸ πεδίον.” (…Dijo Caín a Abel su hermano: “Pasemos al campo”.) “…Et dixit Cain ad Abel fratrem suum: Eamus in campum.” (…Y dijo Caín a su hermano Abel: “Vayamos al campo”.) La Vetus Latina traduce la frase adicional (“Vayamos al campo”) que está presente en la LXX (y también en el Pentateuco Samaritano y la Peshitta) pero ausente en el TM. Esta es una prueba irrefutable de que su fuente es la LXX y no el texto hebreo masorético.
Isaías 6:10 “Engruesa el corazón de este pueblo, y agrava sus oídos, y ciega sus ojos…” (Usa tres imperativos). “…καὶ τοῖς ὠσὶν αὐτῶν βαρέως ἤκουσαν, καὶ τοὺς ὀφθαλμοὺς αὐτῶν ἐκάμμυσαν…” (…y con sus oídos oyeron pesadamente, y sus ojos han cerrado…) (Usa verbos en indicativo). “…et auribus suis graviter audierunt, et oculos suos concluserunt…” (…y con sus oídos oyeron pesadamente, y sus ojos han cerrado…) La Vetus Latina sigue la sintaxis de la LXX, que cambia los imperativos del hebreo por verbos en tiempo pasado. Esta es la forma en que el pasaje es citado en el Nuevo Testamento (Mateo 13:15, Hechos 28:27), demostrando la cadena de transmisión textual: Vorlage hebrea no masorética -> LXX -> NT y VL.

El Punto de Inflexión: La Hebraica Veritas de Jerónimo y el Ascenso del Texto Masorético

A. La Estandarización del Texto Hebreo

Mientras el cristianismo se extendía por el mundo grecorromano con la Septuaginta como su Antiguo Testamento, el judaísmo experimentaba su propio proceso de consolidación textual. Tras la catástrofe de la destrucción del Segundo Templo en el 70 d.C., el judaísmo rabínico emergente sintió la necesidad de establecer una uniformidad doctrinal y textual. De la pluralidad de tradiciones textuales que habían coexistido, la corriente proto-masorética fue la que se seleccionó y se estableció como el texto normativo. Este proceso fue llevado a cabo con una meticulosidad extraordinaria por generaciones de escribas (Soferim) y, más tarde, por los masoretas (aproximadamente entre los siglos VII y XI d.C.). Su labor no consistió en alterar el texto consonántico heredado, sino en preservarlo con una fidelidad sin precedentes. Para ello, desarrollaron un complejo sistema de puntos vocálicos, acentos y notas marginales (conocido como la Masora) que fijaba de manera definitiva la pronunciación, la división de versículos y las particularidades del texto, evitando futuras desviaciones en su transmisión.

B. El Proyecto de Jerónimo y la Vulgata

En este contexto, a finales del siglo IV d.C., emerge la figura monumental de San Jerónimo (c. 347-420 d.C.). Como erudito y biblista, Jerónimo era muy consciente de la diversidad y, a su juicio, la corrupción textual presente en las múltiples versiones de la Vetus Latina que circulaban en Occidente. Su proyecto inicial consistió en revisar la Biblia latina existente, corrigiéndola a la luz de los mejores manuscritos griegos de la Septuaginta. Sin embargo, su profundo estudio del hebreo, que aprendió de maestros judíos, lo llevó a un cambio de paradigma radical. Jerónimo se convenció de que, para acceder al texto más auténtico del Antiguo Testamento, era necesario ir más allá de la Septuaginta—que era, al fin y al cabo, una traducción—y volver a la fuente original hebrea. Acuñó el lema Hebraica veritas (“la verdad hebrea”) para encapsular este principio. Entre el 390 y el 405 d.C., emprendió la colosal tarea de traducir el Antiguo Testamento directamente del texto hebreo de su época (una forma del texto proto-masorético) al latín. El resultado de este trabajo fue la versión que llegaría a ser conocida como la Vulgata.

C. El Impacto de la Vulgata

La Vulgata de Jerónimo no reemplazó a la Vetus Latina de la noche a la mañana. La Septuaginta y sus traducciones latinas estaban profundamente arraigadas en la liturgia y la teología de la Iglesia, y la nueva traducción de Jerónimo fue recibida inicialmente con escepticismo e incluso hostilidad. Sin embargo, gracias a su superior calidad filológica, su coherencia y el inmenso prestigio de su autor, la Vulgata fue ganando terreno gradualmente hasta que, siglos más tarde, se convirtió en la Biblia estándar de la Iglesia Católica Romana en Occidente. Este cambio marcó el fin de la hegemonía de la tradición textual de la Septuaginta en el cristianismo occidental y entronizó la tradición textual masorética como la fuente principal para la mayoría de las traducciones occidentales posteriores, un legado que perdura hasta el día de hoy.

La decisión de Jerónimo, aunque motivada por un riguroso escrúpulo filológico, encierra una profunda ironía histórica. Al buscar la “verdad hebrea”, Jerónimo se basó en el texto proto-masorético que se había estandarizado en el judaísmo rabínico de su tiempo. Lo que él no podía saber, pero que los descubrimientos de Qumrán han revelado, es que este texto no era la única forma antigua y auténtica de las escrituras hebreas. La Vorlage hebrea de la Septuaginta representaba una tradición textual paralela, igualmente antigua y, en algunos casos, textualmente superior. Por lo tanto, el proyecto de Jerónimo no fue un simple retorno del “texto secundario” (la traducción griega) al “texto original”, sino más bien una elección entre dos linajes textuales antiguos. Al optar por la tradición proto-masorética, Jerónimo, sin saberlo, alejó a la Iglesia occidental de la forma textual del Antiguo Testamento que los propios autores del Nuevo Testamento habían citado preferentemente y que había servido como la base fundamental de la teología cristiana durante cuatro siglos. Esto creó una desconexión duradera entre el texto del Antiguo Testamento de la Vulgata y las citas del Antiguo Testamento que los fieles leían en el Nuevo Testamento.

Conclusión: El Legado de una Tradición Textual

El recorrido a través de la historia textual de la Vetus Latina revela una cadena de transmisión clara y fascinante. Su origen no se encuentra en el Texto Masorético, que representa una estandarización posterior dentro del judaísmo, sino en la Septuaginta. Esta traducción griega, a su vez, no es una desviación del texto hebreo, sino un testigo fiel de una de las varias tradiciones textuales hebreas que circulaban en la vibrante y pluralista atmósfera del judaísmo del Segundo Templo. La Septuaginta se consolidó como la Biblia autoritativa de la Iglesia primitiva, el texto a través del cual los apóstoles y los Padres de la Iglesia leyeron y proclamaron las promesas de Dios cumplidas en Jesucristo. La Vetus Latina es, por tanto, el eco de esa voz griega en el mundo de habla latina, el vehículo que transportó la Escritura de la Iglesia primitiva a Occidente.

La revalorización de la Septuaginta y la Vetus Latina en la erudición bíblica moderna, impulsada en gran medida por los descubrimientos de Qumrán, ha sido profunda. Lejos de ser meras reliquias de interés puramente histórico, estas versiones son herramientas indispensables. Permiten a los académicos acceder a estadios más antiguos y a tradiciones alternativas del texto bíblico, iluminando pasajes oscuros y proporcionando una comprensión más rica del paisaje teológico y textual en el que nació el cristianismo.

En última instancia, la historia de la Vetus Latina y su dependencia de la Septuaginta desafía cualquier noción simplista sobre la existencia de un único “texto original” de la Biblia, transmitido de forma lineal e inalterada. En su lugar, revela un proceso de transmisión mucho más dinámico, complejo y multifacético. Muestra cómo las elecciones de traducción y la vida litúrgica de las comunidades de fe estuvieron profundamente entrelazadas. Comprender esta historia no es un mero ejercicio académico; es esencial para una apreciación matizada, históricamente informada y teológicamente rigurosa de las Sagradas Escrituras y de su papel formativo en la tradición cristiana.