La resurrección de Cristo y nuestra vida nueva

Día del Señor 17:
Catecismo Hispano 2025 – Para el Reino de Cristo

La resurrección de Cristo no es solo un hecho glorioso del pasado, sino la piedra angular de nuestra vida presente y futura como familia pactual. Él no resucitó únicamente para demostrarnos poder, sino para hacernos partícipes de Su victoria (Rom. 4:25). La muerte fue vencida, la justicia fue asegurada, y la nueva vida fue inaugurada. Esta verdad debe transformar la manera en que criamos a nuestros hijos, edificamos nuestro hogar y caminamos juntos como familia en el Reino.

“Fue resucitado para nuestra justificación” (Ro. 4:25).
Esto significa que nuestra identidad familiar no se basa en el mérito ni en la tradición cultural, sino en la justicia que Cristo obtuvo para nosotros. Cuando instruimos a nuestros hijos, lo hacemos desde la posición de un pueblo justificado, no condenado. Enseñamos con gracia, no con culpa.

“Así también andemos en vida nueva” (Ro. 6:4).
La resurrección nos llama a vivir —y criar— en novedad de vida. Nuestra disciplina no es solo corrección, sino formación en la resurrección: cultivando afectos nuevos, hábitos santos y gozo obediente. Nuestro hogar debe ser un reflejo de esa vida resucitada, donde la luz de Cristo alumbra cada rincón de la crianza.

“Primicias de los que durmieron” (1 Co. 15:20).
Nuestros hijos deben aprender desde pequeños que nuestra esperanza no está en el éxito mundano, sino en la resurrección futura. Criamos no para esta vida solamente, sino en anticipación del día glorioso en que todos los redimidos resucitaremos con cuerpos glorificados. Esa esperanza nos hace perseverar en medio de cansancio, enfermedad o tribulación.

Los credos históricos —el Apostólico, el Niceno, el de Calcedonia y el de Atanasio— proclaman unánimemente esta verdad: Cristo resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras. Es el núcleo de nuestra fe y debe ser el ritmo de nuestra vida familiar.

Por tanto, padres: alienten, corrijan y edifiquen a sus hijos con la esperanza de la resurrección. Madres: sirvan, instruyan y consuelen con la fuerza del Cristo viviente. Hijos: obedeced al Señor y a vuestros padres con gratitud, porque habéis sido llamados a una vida nueva en Cristo.

¡Cristo vive! Y porque Él vive, nuestra familia vive para Él.
Vivamos, pues, como familia resucitada, caminando con esperanza, justicia y poder del cielo. Amén.