Introducción
La llegada del Evangelio a la América Novohispana en el siglo XVI estuvo profundamente entrelazada con la empresa de expanción española y con el sistema eclesiástico del catolicismo romano. Sin embargo, en medio de una estructura que tendería con el tiempo a restringir el acceso directo a las Escrituras, emergieron voces tempranas que defendieron su lectura y estudio como el fundamento indispensable de la fe cristiana. Entre ellas destaca la figura de Juan de Zumárraga, primer obispo de México, quien, influenciado por el humanismo renacentista y en sintonía con corrientes bíblicas presentes en la España del siglo XVI, abogó por que la Palabra de Dios estuviese al alcance de todos, incluso en lenguas vernáculas. Su influencia inicial parece haber abierto una ventana de oportunidad para que el Evangelio circulara de forma más directa entre indígenas y españoles en la Nueva España.
Este episodio inicial, aunque breve y posteriormente sofocado por la censura inquisitorial, constituye un momento clave para comprender tanto las oportunidades como las pérdidas históricas en la formación cristiana de Hispanoamérica.
1. Zumárraga: humanismo y apertura bíblica
El historiador Pablo A. Deiros, citando a Guillermo Cabrera Leiva, describe a Zumárraga como uno de los más destacados humanistas enviados por España al Nuevo Mundo. Su labor incluyó:
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Introducir la primera imprenta en México (1539).
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Fundar la primera universidad de la región.
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Elaborar y difundir catecismos y materiales de instrucción.
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Promover la lectura bíblica como pilar de la fe.
En su obra Breve doctrina, Zumárraga advierte que sin la lectura de la Biblia, el cristianismo se reduce a una fe superficial, fácilmente contaminada por prácticas fetichistas y ritualismo vacío. Este diagnóstico, en pleno siglo XVI, demuestra una percepción aguda de que la ignorancia de la Palabra de Dios desemboca en deformaciones religiosas.
“Parece ser que al principio la Iglesia no se oponía a la circulación de la Biblia en lengua popular, al contrario, la aconsejaba. Juan de Zumárraga (1475–1548), el primer obispo de México, decía que ‘el primer paso para ser cristiano es conocer las Sagradas Escrituras.’ Según Guillermo Cabrera Leiva, Zumárraga fue uno de los mayores humanistas que enviaron los españoles al Nuevo Mundo. Él fue quien trajo la primera imprenta y fundó la primera universidad en México. Además, recomendó la lectura de la Biblia como base fundamental e indispensable para desarrollar un cristianismo efectivo y fecundo. En su obra Breve doctrina, Zumárraga advierte que sin la lectura de la Biblia, el cristianismo que se desarrolla es superficial, matizado de fetichismo y de observancia ritualista.”
— Pablo A. Deiros, Historia del Cristianismo.
3. Defensa de la Biblia en lengua vernácula
El pensamiento de Zumárraga respecto a la Escritura fue más allá de la simple recomendación. En palabras suyas:
“Y así desearía yo por cierto que cualquier mujercilla leyese el Evangelio y las Epístolas de San Pablo. Y aún más digo: que plugiese a Dios que estuviesen traducidas en todas las lenguas de todos los del mundo… porque no hay duda sino que el primer escalón para la cristiandad es conocerla…”
Este fragmento, citado por Cabrera Leiva, revela tres aspectos notables:
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Accesibilidad universal: No restringir la lectura de la Escritura a clérigos o varones letrados, sino incluso a mujeres y personas sencillas.
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Visión misionera global: Anhelo de traducciones en todas las lenguas, no sólo para los indígenas americanos sino para “todas las naciones bárbaras”.
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Analogía intelectual: Así como nadie puede llamarse platónico sin leer a Platón, nadie puede llamarse cristiano sin conocer la doctrina de Cristo en las Escrituras.
4. Influencia doctrinal: Zumárraga y Constantino Ponce de la Fuente
El historiador Ernesto Ricardo Salvia señala que gran parte de la Regla Christiana breve para ordenar la vida y tiempo del christiano, atribuida a Zumárraga, es copia de la obra del sevillano Constantino Ponce de la Fuente. Este último, uno de los más notables teólogos reformados del siglo XVI en España, fue perseguido por la Inquisición y acusado de herejía por su insistencia en la centralidad de la Escritura y la justificación por la fe.
La conexión entre Zumárraga y Constantino Ponce sugiere que, al menos en sus primeros años, el obispo de México estaba en sintonía con corrientes reformistas e hispano-reformadas que buscaban un cristianismo bíblico, más cercano a las Escrituras que a la tradición escolástica tardía.
5. Obstáculos y declive de la apertura
Pese a estos gestos iniciales, el control romano sobre la vida religiosa novohispana se consolidó con rapidez. La implantación de la Inquisición en México (1571, tras en Concilio de Trento) y la censura sistemática de la Biblia en lengua vulgar marcaron un retroceso drástico. La tendencia humanista de abrir la Escritura al pueblo fue sofocada, y con ello se perdió una oportunidad histórica de implantar un cristianismo más bíblico en el continente.
La paradoja es que, en los inicios, incluso dentro del sistema romano, algunos líderes intuyeron que sin la Palabra de Dios no podía existir verdadera fe cristiana. Pero la estructura jerárquica y el temor a la “herejía” católica reformista terminaron imponiéndose sobre cualquier impulso reformador.
En clave reformada, la historia recuerda que la Sola Scriptura no es un lujo teológico, sino el fundamento mismo de una fe auténtica. La América novohispana tuvo en sus albores un atisbo de ello, aunque finalmente eclipsado por el peso del romanismo.
Conclusión
La historia de Juan de Zumárraga y su apertura hacia la difusión de la Biblia en lengua popular revela que, incluso dentro del marco institucional del romanismo, existieron impulsos reformadores que reconocían la supremacía de la Palabra de Dios sobre la tradición eclesiástica medieval. Su afinidad con el pensamiento de Constantino Ponce de la Fuente y su deseo de que toda persona —desde “cualquier mujercilla” hasta las naciones “bárbaras”— leyese el Evangelio, muestran una visión de cristianismo fundamentado en las Escrituras y la correcta tradición patrística. No obstante, la imposición de la censura y la consolidación del control clerical apagaron aquel temprano amanecer bíblico en la Nueva España. Hoy, este episodio nos interpela a recuperar esa visión de un acceso universal, libre y directo a la Escritura, para que el cristianismo en Hispanoamérica sea, no ritualista ni superficial, sino profundamente enraizado en la verdad revelada por Dios en Jesucristo, y Su Palabra-Ley.