Día del Señor 8:
Catecismo Hispano 2025 – Para el Reino de Cristo
En la formación de nuestros hijos en el temor de Dios, pocas verdades son tan centrales, gloriosas y al mismo tiempo misteriosas como la doctrina de la Trinidad. Enseñar a nuestros pequeños que hay un solo Dios que existe eternamente en tres Personas —Padre, Hijo y Espíritu Santo— no es opcional, sino fundamental para una fe viva, verdadera y conforme a la revelación del Pacto del Trino Dios.
El Catecismo nos conduce a contemplar cómo cada Persona divina está personalmente implicada en nuestra historia redentora: el Padre nos creó, el Hijo nos redimió, y el Espíritu nos santifica. Esta estructura trinitaria de la fe no es una invención humana, sino el eco del mandato del Señor Jesucristo: “bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo” (Mateo 28:19).
El hogar cristiano es el primer seminario donde nuestros hijos aprenden a orar al Padre, confiar en el Hijo y obedecer al Espíritu de verdad. En sus pequeñas oraciones, en sus primeras preguntas teológicas, y en sus primeras experiencias de pecado y gracia, debemos guiarlos a conocer al Dios vivo y verdadero: uno en esencia, trino en personas. Este conocimiento es primeramente necesario, para luego ser profundamente relacional: somos amados por el Padre, unidos al Hijo, y habitados por el Espíritu.
Así como el Credo Niceno y el de Atanasio han preservado esta confesión para la Iglesia universal, nosotros debemos transmitirla fielmente a la próxima generación. Enseñemos a nuestros hijos a no confundir las personas ni dividir la esencia; a maravillarse ante el misterio, a adorar con reverencia, y a vivir con la certeza de que todo lo que somos —creación, redención y santificación— proviene del Dios trino que es uno, vivo y verdadero.
En la crianza diaria, aprovechen cada momento para mostrar cómo la Trinidad está implicada en nuestra vida: en el pan que comemos (dado por el Padre), en el perdón que ofrecemos (modelado por el Hijo), y en el crecimiento espiritual que buscamos (obrando el Espíritu). Así, nuestra casa se llenará del conocimiento del Señor, como las aguas cubren el mar.
Soli Deo Gloria.