Aquí presentamos un argumento para la “Sola Fide” fundamentado en los Credos Ecuménicos y la seguridad de la salvación.
A continuación se presenta un argumento estructurado en cuatro pasos, basado principalmente en los Credos Ecuménicos (Credo de los Apóstoles, Credo Niceno-Constantinopolitano y Credo de Calcedonia), para mostrar que la justificación es por fe sola (sola fide) y que, por tanto, la salvación —siendo obra íntegra de Cristo y no del hombre— no puede perderse.
1. Fundamento en los Credos Ecuménicos
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Credo de los Apóstoles
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“Creo en Dios Padre Todopoderoso… Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo… padeció bajo Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado; descendió a los infiernos; al tercer día resucitó de entre los muertos… subió al cielo y está sentado a la diestra de Dios Padre… y de allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos.”
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Elementos clave:
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La obra de Cristo es totalmente divina y humana (“concebido por obra y gracia del Espíritu Santo”), sin aportes humanos que agreguen valor a la redención.
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El énfasis recae en la persona y obra de Cristo (su muerte vicaria, resurrección y exaltación).
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No se menciona ningún mérito humano; la afirmación es que en Él (no en las obras humanas) yace la salvación.
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Credo Niceno-Constantinopolitano
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“Creo en un solo Señor, Jesucristo… Por nosotros los hombres y por nuestra salvación descendió del cielo… y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre… Crucificado también por nosotros bajo Poncio Pilato; padeció y fue sepultado; al tercer día resucitó, según las Escrituras… subió al cielo… Y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin.”
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Énfasis:
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La redención es “por nosotros… por nuestra salvación”.
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Subraya que Cristo “se hizo hombre” y “crucificado también por nosotros”: no hubo cooperación humana que aportara mérito a la expiación; es obra singular de Dios en Cristo.
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La salvación se inscribe en la gracia redentora de Cristo, no en los esfuerzos humanos.
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Credo de Calcedonia (451)
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“Confesamos que, en Cristo, una sola persona del Verbo se une a dos naturalezas sin confusión, sin cambio, sin división y sin separación… perfecto Dios y perfecto hombre, con razón, alma racional y aún con un cuerpo; consubstancial con nosotros según la humanidad y consubstancial con el Padre según la divinidad…”
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Relevancia:
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Destaca la completa suficiencia de Cristo (perfecto Dios y perfecto hombre) para efectuar la salvación.
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No se reconoce ningún mérito adicional fuera de la persona del Verbo encarnado; la comunicación de propiedades entre ambas naturalezas muestra que toda la obra salvífica es atribuible a Cristo y, por ende, no depende de obras humanas.
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Conclusión del fundamento creedal:
Los Credos Ecuménicos establecen de manera inequívoca que la salvación es mérito exclusivo de Cristo (Dios y Hombre). No atribuyen ningún papel redentor a las obras humanas, sino única y enteramente al sacrificio, resurrección y exaltación de Jesús. Esto abre el espacio —en la teología reformada— para afirmar que la justificación ante el Padre se recibe únicamente por la fe en esa obra acabada.
2. La suficiencia de la obra de Cristo y la exclusión de las obras humanas
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Obra finis (Hecha) de Cristo
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Los credos confiesan que Cristo “padeció… fue sepultado; resucitó… subió al cielo y está sentado a la diestra del Padre”. Este relato cronológico y teológico implica que su obra se terminó (“Tetelestai”: “Consumado es”, Juan 19:30 RVR60).
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Implicación clave: si la expiación es completa en Cristo, nada puede añadirse a ella (“…por nuestra salvación…”). No hay “añadido” humano que complemente la justicia que Cristo ganó.
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Exclusividad de la gracia redentora
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El Credo Niceno-Constantinopolitano repite: “por nosotros los hombres y por nuestra salvación”. No menciona ningún requisito de mérito humano o de obras para que esa salvación sea efectiva.
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Al atribuir rotundamente la salvación a Él, los credos excluyen toda obra humana de la ecuación. Cualquier mérito atribuible a la persona redimida sería, de hecho, un robo de la gloria de Cristo.
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Analogía con Efesios 2:8–9 (RVR60)
“Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe.”-
Aunque esta frase no está en los credos, los mismos se inspiran en la Escritura. El axioma reformado “sola fide” descansa sobre ese principio.
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Relación con los credos: los credos articulan la dicha gracia como obra exclusiva de Cristo, y la Escritura (Efesios 2) define el medio de aplicación: la fe, don de Dios, no obra humana.
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Conclusión de la suficiencia y exclusión de las obras:
Dado que los credos niegan cualquier complemento humano a la obra redentora del Verbo encarnado, la justificación —la declaración judicial de “hijo de Dios”— sólo puede recibirse “por medio de la fe” (Ef. 2:8). No hay espacio para méritos humanos porque la obra de Cristo ya es totalmente suficiente.
3. La fe como medio de justificación en la tradición creedal
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Fe «aprobatoria»
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En la tradición patrística (sobre la cual descansan los credos), la fe es un aspecto intelectual, como también un asentimiento vivo que confía en la obra redentora de Cristo.
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El Credo de los Apóstoles dice: “Creo… en Jesucristo… que padeció por nosotros y resucitó…” —esta confesión de fe no se limita a un conocimiento, sino a la aceptación de esa obra.
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Fe recibida como don
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Aunque los credos no explicitan “por gracia sois salvos por medio de la fe”, subyace implícito que el creyente recibe lo que Cristo hizo.
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Apoyándonos, de nuevo, en Efesios 2:8–9 y Romanos 3:28 (RVR60):
“Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley.” -
Conexión creedal: los credos, al proclamar la obra de Cristo sin obras, custodian el mismo principio: la fe es el canal por el cual se aplica la justificación.
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Dimensión comunitaria/ecuménica
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Los credos, siendo ecuménicos, instauran la fe confesada corporativamente: la Iglesia universal “cree” en la obra única de Cristo.
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Esa dimensión comunitaria realza que la fe no es un ejercicio solitario, sino que se articula en la comunidad que profesa el mismo Credo.
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Conclusión de la fe como medio:
Al confesar los Credos, el cristiano afirma que su salvación descansa enteramente en la obra de Cristo y que la única manera de apropiarla es mediante la fe que confiesa y recibe esa obra. Así, la fe no coopera para justificar, sino que simplemente “aparta” todo lo humano a fin de poner el peso en Cristo.
4. Imposibilidad de perder la salvación (perseverancia basada en el Credo)
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Seguridad implícita en la suficiencia de Cristo
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Si la justificación es «por medio de la fe en la obra consumada de Cristo» y no depende de méritos o condiciones continuas que provea el creyente, entonces la salvación descansa en la obra de Aquel que «vive para siempre para interceder por nosotros» (Heb. 7:25).
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El Credo Niceno-Constantinopolitano afirma que Cristo “resucitó… subió al cielo y está sentado a la diestra del Padre”. Su exaltación es permanente; nadie puede arrebatar al Hijo de la diestra (Juan 10:28–29 RVR60).
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Predestinación y perseverancia en la tradición ecuménica y patrística
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Aunque la predestinación se formuló con precisión mayor en los credos reformados, la base ecuménica sí sostiene que Dios «contempla desde antes toda la historia» (Atanasio), y que la Iglesia permanece en la verdad del Verbo encarnado.
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El Credo de Calcedonia resalta la unidad hipostática de Cristo; así, quien está unido a Él por fe no puede ser separado de su Cabeza (Rom. 8:38–39).
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Nota: los credos no explicitan la “perseverancia de los santos” al modo reformado, pero sí afirman la seguridad de la obra: “por nosotros… por nuestra salvación” enfatiza que la obra, una vez realizada en el tiempo histórico, no puede ser anulada por la creación.
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Dimensión trinitaria y fidelidad divina
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El Credo Niceno afirma la coigualdad y coeternidad del Hijo con el Padre y el Espíritu. Si el Hijo, que es Dios, obra la redención y el Padre confirma esa obra, la fidelidad del Dios trino es garantía.
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En palabras de Jesucristo (encarnado y consubstancial con el Padre):
“Yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano.” (Juan 10:28 RVR60). -
Cierre creedal: la fe confiesa a ese mismo Cristo, y la obra divina no admite retroceso ni revocación.
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Conclusión de la seguridad de la salvación:
Al basarnos en los Credos Ecuménicos, vemos que la redención se refiere a “nuestra salvación” en efecto acabado y consumado en Cristo. La Fe la recibe y la confiesa, pero no la produce. Por tanto, si la salvación radica enteramente en la obra consumada del Verbo encarnado, ninguno de los creyentes justificados puede ser separado de esa obra. Así, la “sola fide” implica que la salvación no se pierde, pues no depende de condiciones humanas sino de la fidelidad del Dios trino que consumó la obra de redención en Cristo.
Síntesis final
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Los Credos Ecuménicos ponen el énfasis en que Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre, consumó la obra redentora sin coalición alguna con méritos humanos—“por nuestra salvación”.
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La fe es el medio único e irreemplazable por el cual se aplica esa obra consumada; no se agregó nunca condición posterior para mantener o garantizar la salvación.
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La suficiencia y seguridad de la obra de Cristo, afirmadas por los credos, garantizan que quien por fe la recibe en su sola esencia no puede perderla, porque descansa en la fidelidad del Hijo, confirmado por el Padre.
Por todo ello, los Credos Ecuménicos demuestran irrefutablemente que la salvación es irrevocable: si la obediencia de Cristo fue perfecta, esa obediencia permanece para siempre. La fe, como instrumento receptivo, no suma ni resta a la obra consumada de Cristo. Así, quien confiesa con el Credo que «Cristo murió y resucitó por nosotros» afirma también que su salvación es un acto único y definitivo de la gracia divina, inmutable y sin posibilidad de revocación.