La Justicia de Dios y la Verdad que Confronta

Día del Señor 4:
Catecismo Hispano 2025 – Para el Reino de Cristo

En esta etapa de la instrucción cristiana, el Catecismo Hispano nos lleva a contemplar con sobriedad el carácter justo y santo de Dios, en contraste con la impotencia humana después de la caída. Como padres en pacto, llamados a criar hijos en la disciplina y amonestación del Señor (Ef. 6:4), debemos enseñar con claridad que Dios no es injusto al exigir obediencia a Su Palabra-Ley, pues no creó al hombre incapaz, sino recto y en plena comunión con Él. La incapacidad actual es autoinfligida: “ellos buscaron muchas perversiones” (Ec. 7:29).

Aquí está la esencia del pecado que debemos mostrar a nuestros hijos: no es simplemente debilidad, es rebelión deliberada. En este contexto, enseñar la justicia de Dios es enseñar la verdad sobre la vida. Dios no pasará por alto la maldad. Él “de ningún modo tendrá por inocente al malvado” (Ex. 34:7). Tal enseñanza despierta en el alma joven la necesidad de nuestro Redentor, porque no hay escape humano ante la majestad ofendida de Dios.

Algunos pueden preguntar: ¿no es Dios amoroso? Sí, pero Su amor no anula Su justicia. Y como familia del pacto, enseñamos ambas cosas sin diluir ninguna. Nuestro hogar debe ser un lugar donde los hijos vean que Dios es “tardo para la ira y grande en poder” (Nah. 1:3), pero también que “horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo” (Heb. 10:31).

Esta enseñanza no es para aterrorizar, sino para llevar al Evangelio. Sin una comprensión clara del justo juicio, la cruz pierde su sentido. Por eso, los credos de la Iglesia, desde el Apostólico hasta el de Atanasio, nos recuerdan con una sola voz: Cristo vendrá a juzgar a los vivos y a los muertos. Y es precisamente porque vendrá en gloria a juzgar, que hoy debemos formar a nuestros hijos con temor reverente bajo la fe justificante en Cristo, para que abracen desde pequeños la única esperanza de salvación: Jesucristo, nuestro justo Mediador.

Padres, no ocultemos a nuestros hijos esta parte del consejo de Dios. Enseñémosles que en su miseria no hay escape humano, pero que en Cristo hay justicia, misericordia y redención perfecta.

“Mas en mí está tu ayuda” (Os. 13:9).

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