La Biblia Políglota Complutense y los Libros Deuterocanónicos

Introducción

La Biblia Políglota Complutense (BPC) representa un pináculo renacentista español y un monumento tipográfico sin precedentes en la historia editorial. Concebida y ejecutada en la Universidad de Alcalá de Henares a principios del siglo XVI, esta obra monumental no fue meramente una edición más de la Biblia, sino que se erigió como el mayor logro filológico del Renacimiento en toda Europa y un hito que consolidó a Alcalá de Henares como un referente ineludible del saber europeo. Su singularidad radica en ser la primera edición impresa de una Biblia completa en múltiples lenguas, un esfuerzo editorial que sentó un precedente para la edición crítica de textos sagrados. 

El visionario detrás de este ambicioso proyecto fue el Cardenal Francisco Jiménez de Cisneros, Arzobispo de Toledo y regente de España. Su propósito era doble y profundamente arraigado en el espíritu de la época: por un lado, buscaba mejorar la formación del clero, y por otro, ofrecer a los estudiosos una herramienta filológica rigurosa que permitiera comparar los textos originales del Antiguo y Nuevo Testamento con la versión latina de la Vulgata. Cisneros anhelaba un conocimiento profundo de los textos sagrados, más allá de la versión latina predominante, con el fin último de impulsar una reforma de la vida cristiana de su época y acorde con la sede. 

El proyecto de la BPC se inició alrededor de 1502, cuando el cardenal reunió a una comisión de expertos filólogos para los trabajos preparatorios. La impresión de la obra comenzó en 1514, con el tomo V (que contenía el Nuevo Testamento en griego y latín) siendo el primero en salir de la imprenta. El resto de los volúmenes se completó en orden inverso, y la Biblia en su conjunto fue terminada de imprimir en 1517, poco antes del fallecimiento de Cisneros. Sin embargo, la publicación oficial y distribución de la obra se retrasaron hasta 1520-1522, a la espera de la aprobación papal.

Un aspecto notable de la BPC es que su concepción y finalización preceden a la Reforma Protestante, cuyo inicio se asocia comúnmente con las 95 Tesis de Martín Lutero en octubre de 1517. Este hecho subraya que la iniciativa de Cisneros no fue una reacción a las críticas protestantes, sino que emergió de un movimiento reformista autóctono dentro de la Iglesia española, impulsado por una profunda convicción de retornar a las fuentes originales de la fe (ad fontes). Este impulso por la precisión textual y la erudición filológica era una tendencia más amplia del Renacimiento, que buscaba un conocimiento “científico” y “profundo” de las Escrituras, y no se limitaba a los círculos proto-protestantes. La BPC es, en este sentido, una manifestación tangible de cómo el cristianismo de ese momento actuó como un potente catalizador para el estudio riguroso de las Escrituras, fomentando una nueva visión del saber que trascendía la mera devoción para abrazar la crítica filológica. 

Este artículo se propone explorar la trascendencia histórica y filológica de la Biblia Políglota Complutense, analizando su estructura innovadora y, de manera crucial, la nota contenida en su prefacio sobre los libros deuterocanónicos, examinando las implicaciones de esta postura en el contexto del desarrollo del canon bíblico.

I. La Arquitectura Filológica de la Biblia Políglota Complutense

El éxito de la Biblia Políglota Complutense fue el resultado de un esfuerzo colaborativo sin precedentes, orquestado por el Cardenal Cisneros en el entorno académico de la Universidad de Alcalá. Cisneros reunió a un brillante grupo de colaboradores, entre los que destacaron eminentes hebraístas como Alonso de Alcalá, Pablo Coronel y Alfonso de Zamora (este último autor de la gramática hebrea incluida en el volumen VI). Es relevante señalar que varios de estos expertos eran “conversos” (judíos convertidos), cuya profunda familiaridad con el hebreo resultó invaluable para el proyecto. Para la sección griega, Demetrio Ducas y Hernán Núñez el Pinciano fueron los principales responsables. Antonio de Nebrija, conocido por su primera gramática castellana, también colaboró inicialmente en la sección latina, aunque se apartó por diferencias metodológicas. 

La Universidad de Alcalá, fundada por Cisneros, fue concebida como el epicentro de esta transformación académica, promoviendo el estudio de las lenguas originales de la Biblia —hebreo, griego y latín— como un pilar formativo fundamental. Este ambiente no era meramente religioso, sino que encarnaba una nueva visión del saber, donde la filología y la revisión textual se consideraban esenciales para un entendimiento profundo de las Escrituras. 

La proeza técnica de la BPC fue posible gracias al maestro impresor Arnao Guillén de Brocar, quien diseñó tipos móviles para hebreo, griego y arameo de una calidad sin precedentes. Sus caracteres griegos, en particular, son considerados los más bellos jamás tallados y sirvieron de modelo para impresiones futuras. La impresión simultánea de tres alfabetos en la misma página exigía una precisión técnica extraordinaria, que Brocar resolvió con notable elegancia.

Los volúmenes I al IV abarcan el Antiguo Testamento, presentando el texto hebreo (masorético), la versión griega de los Setenta (Septuaginta) con traducción latina interlineal, y la versión latina de la Vulgata. Una particularidad del Pentateuco (Volumen I) es la inclusión del Targum arameo de Onquelos con su correspondiente traducción latina al pie de página. El volumen V contiene el Nuevo Testamento en griego y latín. Cabe destacar que el texto griego del Nuevo Testamento de la BPC fue la primera edición impresa de las Escrituras Griegas completas, aunque la edición de Erasmo, publicada poco después, fue la primera en comercializarse ampliamente. Finalmente, el volumen VI ofrece valiosas herramientas complementarias, como un diccionario hebreo-arámeo, una gramática hebrea y un índice exhaustivo.

III. La Postura de la BPC sobre los Deuterocanónicos: “Para Edificación, No para Confirmación Dogmática”

La Biblia Políglota Complutense, a pesar de su origen católico y su patrocinio por un cardenal, adoptó una postura matizada respecto a los libros deuterocanónicos, lo cual se manifestó explícitamente en su prefacio. La obra incluyó estos libros, lo que era coherente con la tradición de la Vulgata, la versión latina oficial de la Iglesia. Sin embargo, el prólogo, atribuido al Cardenal Cisneros, contenía una distinción crucial sobre su autoridad.

La declaración clave en el prefacio de la BPC, tal como se cita, establece que estos libros “son libros fuera del canon que la Iglesia ha recibido más para la edificación del pueblo que para la confirmación autoritativa de dogmas eclesiásticos”. Esta frase es fundamental para comprender la posición de la BPC. Al calificarlos como “libros fuera del canon” para “confirmación dogmática”, Cisneros y su equipo indicaban claramente que, si bien estos textos tenían un valor espiritual, moral o histórico para la “edificación del pueblo”, no poseían la misma autoridad fundacional que los libros protocanónicos (aquellos presentes en el canon hebreo) para la formulación de doctrinas teológicas.

Esta postura refleja una corriente de pensamiento académico y teológico común dentro del catolicismo a principios del siglo XVI en España, antes de que el Concilio de Trento emitiera su pronunciamiento definitivo sobre el canon. Eruditos como San Jerónimo, cuya Vulgata era un pilar central de la BPC , habían enfatizado la Hebraica Veritas (la verdad del texto hebreo) como la fuente principal para el Antiguo Testamento. Jerónimo, de hecho, había distinguido implícita o explícitamente entre los libros del canon hebreo y aquellos encontrados únicamente en la Septuaginta.  

Tradición Núcleo Extensión Uso cristiano
Hebrea‑masorética   24 libros (Tanaj) Sin deuterocanónicos Preferida por Jerónimo (“Hebraica Veritas”)
Griega‑Septuaginta   Tanaj + 7‑9 libros Judit, Tobías, Sabiduría, Eclesiástico, 1‑2 Mac, Baruc, etc. Canon funcional en liturgia patrística

El equipo de Cisneros, con su fuerte contingente de hebraístas , naturalmente se inclinaba a considerar el canon hebreo como la base autoritativa para el Antiguo Testamento. Por lo tanto, el prefacio de la BPC representa un esfuerzo erudito por conciliar el uso tradicional de la Vulgata por parte de la Iglesia (que incluía los deuterocanónicos) con el creciente énfasis en los textos originales hebreos y griegos. Esta reconciliación se produjo en un momento en que aún no existía un decreto eclesiástico formal y universal sobre el asunto. 

  • Regla dogmática → canon hebreo‑latino (39 libros).

  • Lectura pública → canon litúrgico (46‑47 libros).

La distinción que Cisneros estableció entre la utilidad de los deuterocanónicos para la “edificación” y su falta de autoridad para la “confirmación dogmática” pone de manifiesto una libertad académica y una comprensión matizada de la canonicidad que era característica del pensamiento católico pre-Tridentino. Esta posición, que permitía grados de canonicidad o autoridad, contrasta marcadamente con la posterior declaración del Concilio de Trento. El Concilio, en respuesta a la Reforma Protestante, declararía de manera definitiva y bajo anatema la plena canonicidad de estos libros para la Iglesia Católica Romana. Esta evolución doctrinal ilustra cómo las presiones externas, como las planteadas por la Reforma, pueden llevar a una solidificación de las posiciones teológicas, transformando una matización académica en una rigidez dogmática.

Además, el enfoque de Cisneros hacia los deuterocanónicos, priorizando el texto hebreo para la “confirmación autoritativa”, se alinea con el principio de la Hebraica Veritas de Jerónimo. Esto demuestra una continuidad en la tradición académica cristiana de enfatizar las fuentes originales. Los reformadores protestantes, al abogar por un regreso a las fuentes (ad fontes) y al priorizar el hebreo para el Antiguo Testamento, no estaban introduciendo una idea completamente nueva, sino que se basaban en una tradición erudita preexistente de la que Cisneros fue un prominente exponente. La BPC, por lo tanto, sirve como una manifestación tangible de este principio en el inicio del siglo XVI, influyendo en los debates canónicos posteriores.

IV. Legado e Impacto de la Biblia Políglota Complutense

La Biblia Políglota Complutense dejó una huella indeleble en la erudición bíblica y en la historia de la imprenta. Fue una obra “pionera” y un “precedente” en la edición crítica de textos sagrados, estableciendo un “estándar de oro de excelencia” en los esfuerzos académicos de su tiempo. Su innovadora tipografía, en particular los caracteres griegos diseñados por Arnao Guillén de Brocar, sirvió de modelo para futuras impresiones y fue considerada de una belleza sin precedentes. Al facilitar el estudio comparativo de los textos bíblicos en sus lenguas originales, la BPC impulsó el paso de las glosas tradicionales a un método histórico-filológico más riguroso. Su influencia se extendió a otras grandes Biblias políglotas posteriores, como la Políglota de Amberes (Biblia Regia, 1569-1572) y la Políglota de París (1629-1645), que se basaron en sus cimientos e incluso reimprimieron parte de su contenido.  

La relación de la BPC con la Reforma Protestante y las subsiguientes definiciones canónicas es particularmente compleja y reveladora. La obra se completó en 1517, justo antes del estallido de la Reforma, lo que demuestra una búsqueda de reforma textual y filológica dentro del catolicismo que era independiente de las controversias luteranas. La postura matizada de Cisneros sobre los deuterocanónicos —considerándolos útiles para la edificación pero no para la confirmación dogmática — encontró un eco sorprendente en la práctica de Martín Lutero y otros reformadores. Estos últimos también incluyeron los deuterocanónicos en sus Biblias, pero en una sección separada denominada “Apócrifa”, asignándoles un estatus secundario, similar al de “libros útiles para leer” pero no para establecer doctrina. Esta coincidencia conceptual, aunque temporal, muestra una inesperada alineación entre la visión académica de un prominente cardenal hispano y las futuras prácticas canónicas protestantes.

Sin embargo, esta aparente confluencia fue de corta duración. El Concilio de Trento (1546), convocado en respuesta a la Reforma, declaró de manera definitiva la plena canonicidad de los libros deuterocanónicos para los católicos. Esta formalización dogmática hizo que la distinción previa de Cisneros fuera oficialmente inaceptable dentro del catolicismo romano, solidificando así la división canónica entre las Biblias católicas y protestantes. 

La BPC, al presentar múltiples tradiciones textuales (hebrea, griega, latina, aramea) una al lado de la otra, fomentó una conciencia crítica sobre la variación textual y la necesidad del estudio comparativo. Este acto de yuxtaposición, aunque enmarcado en una teología particular, sentó inadvertidamente las bases para la revición textual moderna, que abraza el pluralismo textual. Así, la BPC contribuyó a un campo de estudio que, paradójicamente, llevaría a un examen más abierto de las fuentes bíblicas, incluso si la intención original de Cisneros era afirmar una lectura central. 

Además, la distinción académica de Cisneros sobre los deuterocanónicos, formulada en un contexto pre-Reforma de investigación erudita, proporcionó, sin intención, un marco conceptual que los reformadores protestantes utilizarían posteriormente para justificar su propia exclusión de estos libros del canon primario por la propia naturaza del debate del “doble Canon”.

Conclusión

La Biblia Políglota Complutense se erige como una obra cumbre de la erudición renacentista española, un testimonio de la visión del Cardenal Cisneros y del florecimiento del humanismo en Alcalá de Henares. Fue la primera Biblia completa impresa en múltiples lenguas, marcando un antes y un después en la edición de textos sagrados. Su estructura innovadora, con textos hebreos, griegos, latinos y arameos dispuestos en columnas paralelas, no solo facilitó un estudio filológico riguroso, sino que también encapsuló una obra de oro para ese siglo.

El análisis de la nota de la BPC sobre los libros deuterocanónicos revela una postura matizada y pre-Tridentina, que los reconocía como valiosos para la edificación del pueblo, pero no para la confirmación dogmática. Esta distinción, arraigada en el principio de la Hebraica Veritas y en la erudición humanista de la época, refleja una fase de debate académico dentro del catolicismo que precedió a las definiciones dogmáticas de la Contrarreforma.

La creación de la BPC pone de manifiesto la naturaleza dinámica y en constante evolución de la formación del canon bíblico a lo largo de las distintas tradiciones (judía, católica, protestante y ortodoxa) antes de que se establecieran pronunciamientos dogmáticos definitivos. El papel crucial de la erudición humanista, impulsada por el deseo de retornar a las fuentes originales y por la rigurosidad filológica, fue fundamental para moldear la comprensión textual e influir en los debates canónicos. Paradójicamente, la BPC, a pesar de su propio enmarcamiento teológico, contribuyó a las corrientes intelectuales más amplias que conducirían a una mayor revisión textual y, al mismo tiempo, a la solidificación de las líneas canónicas durante la Reforma.

En suma, la Biblia Políglota Complutense no es solo un artefacto histórico de inmenso valor, sino una obra fundacional en los estudios bíblicos que sigue informando nuestra comprensión de la transmisión textual y el desarrollo canónico. Su legado perdura como un recordatorio del poder de la erudición para transformar el conocimiento y, a veces, para catalizar cambios que trascienden las intenciones originales de sus creadores.