La ascensión de Cristo y su gobierno celestial

Día del Señor 18:
Catecismo Hispano 2025 – Para el Reino de Cristo

Nuestra fe no termina en la cruz, ni siquiera en la tumba vacía. Cristo resucitado ascendió a los cielos y está ahora reinando, como nuestro Mediador glorificado, sentado a la diestra del Padre. Esta verdad no es meramente celestial, sino profundamente familiar y práctica para nuestra vida diaria como hogar pactual.

¿Qué implica esto para la crianza de nuestros hijos en el Reino de Cristo?

Primero, enseñamos con gozo que Cristo reina en el cielo con cuerpo humano glorificado, la misma humanidad que compartimos. Esto afirma la dignidad de nuestros cuerpos y la esperanza de resurrección. En un mundo que trivializa la carne y corrompe la identidad humana, recordamos a nuestros hijos que nuestra carne está en el cielo como prenda segura de nuestra gloria futura (Col. 3:1–2). Por eso, cuidamos nuestros cuerpos, nuestros afectos y nuestras decisiones como quienes están unidos al Cristo ascendido.

Segundo, la ascensión nos asegura que Cristo intercede por nosotros constantemente. Cuando pecamos, no estamos solos ni sin defensa. Como familia, aprendemos a confesar nuestros pecados unos a otros sabiendo que tenemos Abogado ante el Padre: Jesucristo el justo (1 Jn. 2:1). Esto forma hogares humildes y seguros en la gracia, donde no reina el miedo sino el perdón restaurador.

Tercero, la presencia de Cristo por el Espíritu nos capacita a vivir para lo alto. Cristo no nos abandonó, sino que por Su Espíritu está con nosotros todos los días (Mt. 28:20). Como padres, esto nos da consuelo en nuestras debilidades, y como hijos del pacto, les enseñamos a nuestros pequeños a vivir por el poder del Espíritu y en pro del Reino, no por la fuerza de la carne.

Por tanto, vivimos como una familia que espera, ora y trabaja bajo el reinado del Cristo ascendido. No estamos solos ni abandonados. Nuestra educación, nuestros conflictos, nuestras metas y nuestra disciplina están bajo el gobierno del Rey celestial, que pronto regresará.

Como nos lo recuerda el Credo: “Subió al cielo, y está sentado a la diestra de Dios Padre todopoderoso.” Y desde allí, no solo reina, sino que prepara un lugar para nosotros (Jn. 14:2–3).

Entonces, padres: no críen mirando al suelo, sino al cielo. Hijos: no vivan por las cosas temporales, sino por el Reino eterno. Cristo ascendió… y eso cambia todo.

¡Ven, Señor Jesús!