El juicio final y el reino glorioso de Cristo

Día del Señor 19:
Catecismo Hispano 2025 – Para el Reino de Cristo

Para una familia pactual hispana, la enseñanza acerca del juicio final y el reino glorioso de Cristo no es una mera doctrina abstracta, sino la base que orienta toda la crianza y la vida familiar.

  1. Cristo sentado a la diestra de Dios: su autoridad y nuestro modelo de gobierno familiar
    El catecismo afirma que Cristo “fue exaltado por Dios Padre al lugar de autoridad y majestad suprema, para gobernar todas las cosas por amor a Su Iglesia”. En Efesios 1:20-22 (RVR1960) leemos:

    “…le levantó de los muertos y le sentó a su diestra[n] en los lugares celestiales,
    por encima de todo principado y autoridad, y potestad y señorío, y de todo nombre que se nombra,
    no sólo en este siglo, sino también en el venidero; y sometió todas las cosas bajo sus pies, y le dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia.”
    Y Hebreos 1:3 (RVR1960) añade:
    “el cual siendo el resplandor de su gloria, y la misma imagen de su sustancia, y sustentando todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas.”

    Estas afirmaciones señalan que el gobierno de Cristo no es tiránico, sino sabio y amoroso. Al imitarle en la familia, los padres ejercen liderazgo basado en amor sacrificial (Efesios 5:25) y en la verdad de la Palabra, recordando que su autoridad deriva de Aquel que “sostiene todas las cosas con su palabra” y que actúa para el bien de Su iglesia.

  2. Los dones celestiales y la preservación en la crianza
    La gloria de Cristo como Cabeza de la familia extiende sobre nosotros dones espirituales. Efesios 4:8-11 (RVR1960) dice:

    “Por lo cual dice: Subiendo a lo alto, llevó cautiva la cautividad, y dio dones a los hombres.
    Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros,
    a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo…”

    Así, en la formación de los hijos, reconocemos que Dios ha provisto hermanos de iglesia—pastores, maestros, consejeros—para equipar nuestros hogares. Los padres deben depender del Espíritu Santo, buscar consejo bíblico y aplicar la disciplina en amor (Hebreos 12:11), recordando que Jesús cuida y defiende a su rebaño (Juan 10:28, RVR1960: “Y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano.”). Asimismo, el Salmo 110:1-2 (RVR1960) refuerza su señorío:

    “Jehová dijo a mi Señor: Siéntate a mi diestra,
    Hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies.
    Gobernará desde el río hasta los confines de la tierra.”

    Al fundamentar la educación de los hijos en la Palabra, cada don y disciplina fluyen de su autoridad. Enseñarles a reconocer y usar sus dones para el servicio (1 Timoteo 4:12) fortalece la comunidad de fe y enriquece la visión de los niños sobre su lugar en el reino.

  3. La esperanza del juicio justo: formación bajo responsabilidad y consuelo
    La certeza de que “Cristo vendrá a juzgar a los vivos y a los muertos” (Credo Apostólico; Credo Niceno) impulsa a criar con integridad moral. En 2 Tesalonicenses 1:6-10 (RVR1960) leemos:

    “de suerte que merecedores sois de reprensión de parte de Dios, por cuanto… Que a vosotros que sois atribulados, [es] descanso con nosotros, cuando se revele el Señor Jesús desde el cielo con los ángeles de su potencia,
    en llama de fuego, dando retribución a los que no conocieron a Dios, y a los que no obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo; los cuales sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder,
    cuando venga en aquel día para ser glorificado en sus santos y ser admirado en todos los que creyeron…”

    Y Filipenses 3:20-21 (RVR1960) nos recuerda que nuestra ciudadanía está en el cielo:

    “… nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo;
    el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya…”

    El juicio es motivo de consuelo y de temor santo. Para la familia, esto significa enseñar a los hijos:

    • Temor de Dios: Reconocer que cada acción cuenta ante el Juez justo.

    • Esperanza activa: Vivir en santidad mientras aguardamos su venida, sirviendo al prójimo y refrendando la gracia que se nos ha dado (Mateo 25:31-34, RVR1960:

      “Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria; y serán reunidas delante de él todas las naciones; y apartará los unos de los otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos. Y pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda. … Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo.”)

    Educar hijos con la perspectiva del juicio no es sembrar miedo insano, sino formar conciencia piadosa y responsabilidad cristiana. Les ayudamos a entender que el juicio traerá la eliminación definitiva del pecado y la restauración plena del reino, alentándolos en la práctica de la justicia, la misericordia y la fidelidad.

  4. Aplicación práctica en la familia pactual

    • Devocionales familiares centrados en la exaltación de Cristo: Leer juntas las Escrituras que hablan de su reinado y juicio, explicando cómo su autoridad impacta cada decisión: desde la elección de amigos hasta la forma de resolver conflictos.

    • Oración de gratitud y súplica bajo su señorío: Reconocer que Él gobierna y cuida; pedir a Dios sabiduría para guiar a los hijos y confiarle la protección ante tentaciones y persecuciones (2 Tesalonicenses 1:6-10).

    • Disciplina en amor con visión eterna: Al reprender o corregir, vincular la corrección al carácter de Cristo y al día en que Él juzgará. Mostrarles que crecer en santidad aquí prepara el corazón para el reino futuro.

    • Cultivar la esperanza en su venida: Celebrar solemnemente los domingos informando que Cristo “vendrá otra vez con gloria para juzgar” (Credo Niceno). Enseñar a los hijos a mirar al cielo no como escape, sino como culminación del pacto que Dios hizo con su pueblo.

En síntesis, al comprender que “Cristo está sentado a la diestra de Dios” y “vendrá a juzgar a los vivos y a los muertos”, la familia pactual construye su hogar bajo la soberanía de Aquel que gobierna con justicia y amor. La crianza centrada en estas verdades no solo forma hijos obedientes, sino líderes piadosos que esperan con gozo la manifestación de su Señor glorificado.