Día del Señor 13:
Catecismo Hispano 2025 – Para el Reino de Cristo
Dios nos ha concedido el privilegio inmenso de criar a nuestros hijos en un hogar bajo Su pacto, bajo el señorío del Hijo eterno, Jesucristo, nuestro Redentor y Rey. Este Día del Señor nos recuerda una verdad central para la crianza cristiana: que Jesús no es un hijo adoptado como nosotros, sino el Hijo unigénito, eterno, consustancial con el Padre. Él no fue admitido, como nosotros por gracia, sino que es Hijo por naturaleza, engendrado eternamente (Juan 1:18).
Esta distinción no es una diferencia casual; es la base firme de nuestra esperanza como padres. Porque solo un Hijo divino y eterno podía redimirnos verdaderamente, y solo en Él nosotros y nuestros hijos somos adoptados. Criamos, entonces, no en una identidad prestada, sino en una filiación segura, comprada con sangre, no con oro (1 P. 1:18–19).
Asimismo, confesar que Él es “nuestro Señor” tiene implicaciones directas en la crianza diaria. Nuestros hijos no nos pertenecen en último término; son de Cristo. No fueron comprados por nuestros méritos ni forman parte del pacto por nuestra bondad u obras, sino por Su gracia y redención según Su pacto. Por eso, cada enseñanza, corrección y ejemplo debe mostrarles que vivimos bajo el señorío de Aquel que nos libró del dominio del pecado, no para hacernos autónomos, sino para hacernos Suyos (Rom. 14:9).
Animemos a nuestros hijos a amar a Cristo no como una figura religiosa lejana, sino como el Hijo eterno de Dios, que fue exaltado para ser su Señor personal. Enseñémosles a orar con confianza, sabiendo que, aunque ellos son hijos por adopción según la promesa, han sido amados desde antes de nacer en el amor del Hijo eterno (Efe. 1:3-6).
Y así, bajo la luz del Credo Apostólico y de los grandes credos de la Iglesia —Niceno, Calcedonio, Atanasiano— recordemos que criar hijos es formar siervos fieles del Rey eterno, no consumidores de fe, sino herederos del Reino.
Dicho esto, es nuestro deber vivir y enseñar bajo el señorío exclusivo de Cristo en obediencia, justicia y reverencia. A la vez, debemos usar los medios de fe y gracia para extinguir toda autonomía moral, el sentido de auto-pertenencia y la crianza centrada en la voluntad humana en lugar de la Palabra-Ley de Dios.
“No sois vuestros… habéis sido comprados por precio” (1 Cor. 6:19–20).
Vivamos, pues, como una familia comprada y gobernada por el Señor eterno, para Su gloria.